lunes, 2 de abril de 2007

Sayonara junior.

La categoría junior ha despedido este domingo una temporada atípica, rara, extraña,.... y podría seguir con una larga lista de calificativos.

Y es que, por lo menos el junior regional, en el que milito y por tanto soy testigo de primera mano, ha vivido momentos y momentos, buenos y malos, y ha vivido todo tipo de situaciones.
Para ponernos en situación, y analizar brevemente la temporada, algo muy difícil por cierto, he de recordar que este conjunto ha finalizado séptimo en la clasificación.

Todo comenzó en verano, y como pasa el tiempo. Parece que fue ayer cuando muchos de nosotros soñábamos con meternos en la fase final. Lo importante es que algunos nos lo creímos, pensábamos que teníamos potencial suficiente para estar ahí. Queríamos olvidar los fantasmas que acechaban a nuestra generación, que en cadete rondó los puestos de abajo.

Nuevo entrenador, Eugenio Lucerón, y nuevos aires. Un técnico que tras un año sin entrenar se hacía cargo de un conjunto al que muy pocos querían, algo que también es digno de agradecer.
Y el comienzo de la temporada no fue malo. Debut contra Guadalajara, que juega otra liga distinta a la nuestra. Después Daimiel, que es todo lo contrario a los primeros. Por fin un rival serio, viene Cuenca, y se da la sorpresa, ganamos. Todo son buenos propósitos, ilusiones, y confianza dentro del equipo. Pero a partir de ahí las cosas van de mal en peor.
Partidos que se pierden, o que se ganan con mal juego. Sucesivos encuentros en los que no se veía un equipo cómodo en la cancha hasta que llegó Criptana, un palo duro y un derby que se perdió ante uno de los de abajo. Ese partido marcó un antes y un después. A raíz de esto, y otros motivos que han de quedarse en el vestuario, el entrenador dimite. El equipo vive una situación desconcertante y algo insostenible. Pero aun así la cosa sale adelante. Ahora, naturalmente el objetivo no era la fase, sino cambiar la imagen, lavarse la cara y terminar lo mejor posible. Y creo que en parte se ha conseguido esto último. Gracias a Alfonso Arraez y Paco Abengózar la cosa salió adelante como pudo. Se ganaron algunos partidos, unos mejor que otros, hasta que el domingo acabó la temporada. Teníamos ganas de acabar bien, con buen sabor de boca, pero no pudo ser. Esa cara que quería terminar limpia ha dejado algunas manchas, pero no muchas como consecuencia del trabajo de estas dos personas, que se han pringado y nos han aguantado siempre.

Y es que dicen que el año junior es el más bonito de todos. Pues bien, no se si ha sido bonito o no, lo que sí ha sido es extraño. Durante esta temporada he vivido situaciones inéditas en mi baloncesto que, buenas o malas, no olvidaré.

Y para terminar, aunque el análisis lo podría extender más, y quién sabe si en algún que otro artículo lo vuelvo a tocar, no quería despedirme de la temporada sin olvidarme de aquellos que pasaron por aquí. Desde Eugenio Lucerón hasta Ismael Ropero, que jugó un partido con nosotros, pasando por Manu Pascual, nuestro preparador físico, que luego pasó a entrenador, y después desapareció, o esos jugadores que vinieron a probar y se ve que no les gustó este deporte. En fin, a todos, gracias por hacerme vivir una nueva experiencia en esto del baloncesto.

No hay comentarios: